Por la Dra. Emma Ribas. Responsable del área de Psicología y Sexología de Antiaging Group Barcelona.
Dra. Emma Ribas |
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud sexual o sexualidad sana como “la aptitud para disfrutar de la actividad sexual y reproductiva, amoldándose a criterios de ética social y personal”. Relacionado con la ausencia de trastornos orgánicos, de enfermedades y deficiencias que entorpezcan la actividad sexual y reproductiva.
Teniendo en cuenta que sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales, una sexualidad sana es el reflejo de una vida sana y una sociedad sana.
Uno de los factores psicológicos que va íntimamente ligado a la sexualidad es la autoestima, que incluye la mejora de la autoimagen y la afirmación de la personalidad e identidad. Es la valoración positiva que la persona tiene de sí misma, sin juicio destructivo alguno. Cuando podemos entender que no podemos dar lo que no tenemos, se inicia el proceso de cambio para centrar nuestro amor y la aceptación en nosotros mismos primero, y después darlo a los demás.
La autoestima va asociada al respeto hacia uno mismo y hacia el otro, a la aceptación del propio cuerpo, al autoconocimiento, a la asertividad (habilidad para expresar y comunicar), al amor propio y a la responsabilidad, promoviendo la autenticidad y la libertad, estableciendo límites y espacios para la expresión sexual y reproductiva. Todo ello, regulando la actividad reproductiva de acuerdo a deseos y proyectos personales: el uso de métodos anticonceptivos para evitar embarazos no deseados, infecciones de transmisión sexual y evadir presiones.
La comunicación es fundamental en la sexualidad y la sexualidad también es una forma extraordinaria de comunicarnos. Por ello, el dialogo y nuestro lenguaje no verbal y corporal, es clave. Compartir las fantasías, deseos, lo que a uno le gusta y lo que no, aprendiendo a pedir lo que uno quiere, mejora la calidad de las relaciones.
Es básico, tener la capacidad para aprender y enriquecerse, rescatando de cada encuentro y experiencia algo positiva. Indagar más acerca de la sexualidad, leer al respecto, consultar a profesionales, poner atención a aquellos lugares más ocultos de uno mismo, a la forma de sentirse… Enriqueciendo así, la propia sexualidad y fomentando mejores relaciones.
Una buena educación sexual es necesaria para poder disfrutar de una sexualidad plena. Gracias a la información y la educación se pueden disminuir las aflicciones e incrementar los conocimientos para descartar tensiones y fomentar actitudes maduras y responsables. Hoy en día, tenemos acceso a información que procede de múltiples fuentes; a pesar de que el ambiente aparece saturado de estímulos que se refieren al sexo y al erotismo como producto de consumo, la desinformación sobre el tema de la sexualidad es evidente y sigue bloqueando el comportamiento y expresión sexual.
Educar en el amor es una tarea indispensable para lograr una persona realizada y realizadora. La sexualidad es el aspecto de la personalidad que por sí mismo indica la apertura del individuo al otro. De ahí que la educación en el amor sea fundamental para el buen desarrollo y realización de la persona.
Una sexualidad plena implica la apertura de los sentidos y propicia la naturalidad, el erotismo y la sensualidad. Debemos darnos permiso para gozar, tanto en soledad como en pareja. Una mala sexualidad, en cambio, afecta porque genera culpas, resentimientos y distanciamientos. Además, deteriora las relaciones y la autoestima la que a la larga afectará las distintas áreas de la vida.
Una sexualidad sana aporta numerosos beneficios al organismo. Aumenta la autoestima, proporciona estabilidad emocional, mejora las relaciones interpersonales, nos sentimos más queridos y atractivos. Además el estado de relajación que se experimenta después del orgasmo nos produce una agradable sensación de bienestar que nos hace afrontar nuestros problemas y preocupaciones de una manera más optimista, reduciendo considerablemente la ansiedad, el estrés y la tensión acumulada.
Concretamente, en los juegos sexuales preliminares hay un aumento de la secreción de oxitocina que influye en la formación de sentimientos profundos y poderosos. En la unión sexual se liberan endorfinas que causan una sensación de bienestar y durante el orgasmo se libera prolactina, que es antiestrés, y serotonina, que produce una sensación de felicidad completa.
La sexualidad sana relaja y como consecuencia calma los dolores tensionales (cefaleas, calambres menstruales, espasmos del aparato digestivo, dolores musculares y molestias del síndrome premenstrual). Además de la acción euforizante y calmante de las endorfinas y oxitocinas que se liberan tras el orgasmo, incrementan los niveles de corticoides naturales, que tienen propiedades analgésicas.
Los médicos están de acuerdo en que las relaciones de pareja cariñosas y la actividad sexual frecuente favorecen la salud, previniendo enfermedades porque fortalecen el sistema inmunológico, previenen problemas cardiacos y determinados cánceres, reducen la aparición de dolores, aumentan las defensas, combaten la depresión y el estrés, estimulan la memoria, aumentan la autoestima, adelgazan, tonifican la musculatura, y en general rejuvenecen y produce una sensación de bienestar generalizado.
Por todo ello y otros beneficios que todavía no se han comprobado científicamente, podemos concluir que una sexualidad sana es el reflejo de una vida sana y contribuye como terapia antienvejecimiento.
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