Entrevista
con Santiago Moreno. Jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital
Ramón y Cajal de Madrid y especialista en VIH. En 2008, un paciente con VIH que
había desarrollado una leucemia recibió un trasplante de médula ósea en
Alemania de un donante con una particularidad genética que lo hacía inmune al
VIH. Gracias a este trasplante, el paciente no sólo se curó de la leucemia,
sino también del VIH.
Tras repetir numerosas
pruebas, no se observó la presencia del virus ni en la sangre ni en los tejidos
del paciente, de tal modo que ya lleva cuatro años sin tomar tratamiento. Ha
pasado a la historia de la medicina como el “paciente de Berlín”, la única
persona conocida hasta ahora que ha logrado curarse del VIH. Esto, sin duda, ha
revolucionado el campo de la investigación en VIH y ha reactivado la búsqueda
de una cura.
¿Qué
tenía de especial ese trasplante de médula ósea para conseguir curar la
infección por VIH?
Santiago Moreno (SM): Tú lo
has dicho bien: el paciente de Berlín es la única persona que, hasta este
momento, se ha curado de la infección por VIH. En este paciente, teóricamente,
se ha producido la erradicación del virus. Se acepta este resultado porque,
tras numerosas pruebas en sangre y tejidos, no se ha detectado ni un solo
rastro del virus.
El
caso del paciente de Berlín ha sido un regalo para la ciencia, un hecho
insólito que, además, va a ser muy difícil de reproducir, aunque se está
intentando. Se produjo en él una confluencia de factores muy diversos que permitió
llegar a ese resultado.
Básicamente,
lo que ocurrió es que un muchacho infectado por el VIH [el paciente de Berlín],
que recibió tratamiento antirretroviral, mantenía su carga viral indetectable y
se hallaba en buen estado de salud, de repente desarrolló una leucemia, en
concreto una leucemia mieloplásica aguda.
Como el tratamiento
convencional no tuvo éxito, hubo que someterlo a un trasplante de médula ósea.
Su hematólogo tuvo la buena idea de buscarle la médula de un donante compatible
con una particularidad genética que hacía que sus células inmunitarias no
desarrollarían los correceptores necesarios para que el VIH pudiera entrar en
la célula e infectarla.
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