Una vida erótica placentera no es tarea fácil aun en la época del Viagra y su despliegue publicitario ni en la era post-revolución sexual. Desde que nacemos, y durante toda nuestra vida, nos enfrentamos a discursos represivos que reducen las posibilidades de gozar de nuestro erotismo: “niña no te toques ahí”, “si te masturbas, te quedarás ciego”. La religión, la doble moral y la tradición coartan nuestro derecho a la expresión sensual.
Si a todo lo anterior se le suma un diagnóstico de una infección de transmisión sexual como el VIH, es habitual que se experimenten diversos sentimientos, entre ellos culpa, depresión, miedo, ansiedad, etc., que repercutirán en varios ámbitos de la vida, y, como es lógico, en la sexualidad y el placer. Algunas personas —sobre todo mujeres— han decidido incluso dejar de relacionarse eróticamente con otras personas, renunciando al afecto, a las caricias, a Eros.
En estas situaciones, es recomendable buscar un nuevo significado a la vida sexual y potenciar la sensualidad de forma creativa y lúdica. Hay que volver a humedecer cuerpos y hacer sonreír corazones. Y nos atrevemos a haceros unas sugerencias…
Autoerotismo, Primera Parada: Las Caricias
Las personas con VIH pueden manifestar diversos temores ante una relación erótica emocional con otra/s persona/s, como miedo a la reinfección, a la transmisión del virus o a un posible rechazo, debido al innegable estigma social que todavía pesa sobre esta enfermedad. Por ello, nuestra propuesta inicial es ir poco a poco, dilatando cada poro de la piel para preparar a los sentidos.
Así que comenzaremos estableciendo contacto con la persona más importante: nosotros/as mismos/as, con nuestro cuerpo, que quizá ha cambiado a causa de los medicamentos antirretrovirales y que también puede haber sentido reducido el deseo sexual. En esta primera parte del artículo abordaremos las caricias, esa sensación suave que produce un roce.
Acariciarse
La vida va demasiado deprisa y en nuestra cultura abrimos pocos espacios para tener contacto con nosotros/as mismos/as. Los estereotipos sociales hacen que los hombres ni se miren en un espejo, se hagan un peeling, y que consideren que, cuanto menos pelo tengan, mejor para no acariciarlo con un peine —aunque la historia va cambiando afortunadamente para ellos—. Según la Real Academia Española de la Lengua, las caricias se otorgan al/a la otro/a y nuestra invitación es rescatar a las auto caricias para alimentar el propio erotismo.
A continuación, te ofrecemos unos consejos prácticos:
Dedica unos minutos del día para otorgarte caricias. Por ejemplo, cuando te cepillas el cabello, no lo hagas a toda prisa, sino dando el tiempo suficiente para sentirlo, olerlo, disfrutar del acontecimiento, hacerlo de tal forma que no sea un acto banal sino un ritual. Te proponemos que preferentemente lo hagas antes de acostarte, para que te acompañe la oscuridad, el silencio de la noche y haya menos distracciones que aparten tu atención.
Prepara sesiones de masaje para tu cuerpo. Por ejemplo, una zona que te lo agradecerá serán tus pies y manos: ofréceles 15 minutos de masaje en un espacio de intimidad y utilizando un aceite de olor suave para tocarlos con afecto, agradeciéndoles lo que hacen por ti durante cada día. Goza del contacto dedo a dedo, explora los recovecos; besa tu piel, huélela, saboréala para que se despierten más sensaciones.
Disfruta de una ducha o bañera relajante. Prepárate una bañera con agua tibia y, aunque suene a película de Hollywood, diseña una escenografía gratificante con velas, vino, flores y aromas. Todo ello solo para ti. Ya dentro del agua, con una esponja, acaricia todo tu cuerpo y pon énfasis en las zonas en donde más disfrutas, como la entrepierna, tu pene o vulva, los pechos y las caderas. Cada persona sabe qué parte del cuerpo le hace sentir cosquilleo, así que disfruta, relájate y quiérete.
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