lunes, 23 de enero de 2012

Nuevas Recomendaciones Para el Correcto Uso Conjunto de Antirretrovirales y Antiepilépticos.

Se calcula que más de la mitad de las personas con VIH podrían necesitar combinar ambas familias de fármacos en algún momento de sus vidas.
La Academia de Neurología de EE UU (AAN, en sus siglas en inglés) y la Liga Internacional contra la Epilepsia (ILAE, en sus siglas en inglés) han publicado una guía para seleccionar los fármacos antiepilépticos más adecuados para personas con VIH.
Las interacciones entre antiepilépticos y antirretrovirales podrían implicar la pérdida del control virológico o el de la epilepsia, por lo que las nuevas recomendaciones pueden desempeñar un papel muy importante en el manejo de ambas condiciones.
Más de la mitad de los 33 millones de personas que viven con VIH  en el mundo requerirán, en algún momento de sus vidas, ser tratados con fármacos antiepilépticos, ya que estos, además de su utilidad en el tratamiento de la epilepsia, también son eficaces para tratar trastornos del estado de ánimo y complicaciones derivadas del uso de algunos antirretrovirales tales como la neuropatía periférica.
Mientras algunos antiepilépticos se pueden tomar sin problemas junto a la terapia antirretroviral, otros pueden presentar interacciones peligrosas con antirretrovirales, ya que el metabolismo de unos fármacos puede incrementar o disminuir los niveles de otros.
Aunque, lamentablemente, no existen pruebas muy consistentes de interacciones entre ambas familias de fármacos dada la falta de estudios específicamente diseñados para determinarlas, el equipo encargado de elaborar la presente guía realizó una revisión sistemática de la literatura científica en busca de estudios en los que se administraran conjuntamente antirretrovirales y antiepilépticos. Casi 4.500 artículos científicos fueron identificados de forma preliminar, de los que finalmente 42 fueron incluidos en el análisis.
En relación a la combinación de antiepilépticos e inhibidores de la proteasa (IP), los investigadores hallaron que, en el caso de coadministrar fenitoína y lopinavir/ritonavir (Kaletra®), sería necesario incrementar la dosis de lopinavir/ritonavir un 50% para mantener niveles sanguíneos adecuados del IP potenciado. En cambio, en el caso del antiepiléptico lamotrigina, al tomarse junto a atazanavir (Reyataz®) potenciado por ritonavir (Norvir®), sería necesario incrementar la dosis del antiepiléptico un 50%.
Al evaluar raltegravir (Isentress®), los autores del estudio no consideraron necesarios ajustes de dosis al tomarse junto a los antiepilépticos lamotrigina o midazolam. En la misma línea, consideraron seguro el uso de efavirenz (Sustiva®) o la píldora combinada Atripla® junto al antiepiléptico valproato.
Por último, la dosis de zidovudina (AZT, Retrovir®) debería reducirse en el caso de coadministrarse junto al valproato.
Los autores de la guía realizaron un llamamiento a los investigadores para centrar sus esfuerzos en llevar a cabo nuevos estudios que proporcionen evidencias científicas que evalúen la coadministración de antiepilépticos y antirretrovirales, especialmente teniendo en cuenta el elevado número de personas con VIH que usarán antiepilépticos en algún momento de su vida.







jueves, 19 de enero de 2012

El Tabaquismo Aumenta el Riesgo de Cáncer de Pulmón en Personas con VIH.

Según los resultados de un ensayo suizo publicado en la edición electrónica del British Journal of Cáncer, fumar cigarrillos es el único factor de riesgo importante de cáncer de pulmón en personas con VIH. El estudio reveló que el consumo de tabaco aumentó 14 veces el riesgo de contraer dicho tumor y que otros factores de riesgo conocidos -como un recuento bajo de células-T CD4 o haber padecido una enfermedad pulmonar definidora de sida- no se asociaron con su desarrollo.
El hábito de fumar es un conocido factor de riesgo de sufrir numerosos tipos de cáncer, entre los que destacan el de pulmón, el color rectal, el de cuello de útero y el anal. Entre los cánceres no definidores de sida, el de pulmón es uno de los más comunes en personas con VIH. Aunque no se han realizado muchos estudios que exploraran la relación entre tabaquismo y cáncer en personas con VIH, el consumo de cigarrillos es más frecuente en este colectivo que en la población general. De hecho, un ensayo reciente en población seropositiva halló que los fumadores activos tenían una probabilidad cinco veces superior que la de los no fumadores o ex fumadores de padecer un cáncer no definidor de sida.
No obstante, algunas investigaciones han hallado, por otro lado, una relación entre cáncer de pulmón e inmunodepresión y ciertos estudios han mostrado también que los pacientes con una historia de enfermedad pulmonar definidora de sida tienen un mayor riesgo de contraer dicho tumor. En realidad, las relaciones identificadas en ambos grupos de estudio continuaron manteniéndose significativas tras controlar por el hábito de fumar.
Para arrojar algo más de luz sobre esta cuestión, un grupo de investigadores de la Cohorte Suiza del VIH diseñó un estudio caso-control que permitiera una mejor identificación de los factores asociados con un aumento de riesgo de cáncer de pulmón en estos pacientes.
El ensayo incluyó a pacientes con VIH atendidos en centros hospitalarios suizos entre 1985 y 2010. Cada paciente con cáncer de pulmón se emparejó con cinco pacientes de la misma cohorte pero que no hubiesen desarrollado dicho tumor. Los pacientes del grupo control (n= 337) eran de la misma edad, sexo y factor de riesgo de VIH que los del grupo con cáncer (n= 68).
La mayor parte de los participantes con cáncer de pulmón eran hombres (79%), con una media de edad de 50 años cuando recibieron el diagnóstico del tumor. La inmensa mayoría de casos (87%) fueron diagnosticados tras la aparición de la terapia antirretroviral de gran actividad (TARGA) en el año 1996.
La supervivencia de los 68 pacientes con cáncer de pulmón fue baja: solo 9 de ellos (14%) permanecían con vida dos años después de haber sido diagnosticados.
La prevalencia de tabaquismo fue elevada (96,2%) en el grupo con cáncer de pulmón: un 84,6% eran fumadores activos y un 6%, exfumadores. Entre los pacientes con VIH del grupo control, la prevalencia de consumo de tabaco fue de un 72,9%: un 48,9% eran fumadores activos y un 24%, exfumadores.
El estudio apreció una estrecha asociación entre cáncer de pulmón y consumo actual de tabaco (cociente de probabilidades [CP] para consumo actual frente a no fumar = 14,4; intervalo de confianza del 95% [IC95%]: 3,36 - 62,1). Los exfumadores tuvieron un riesgo significativamente más bajo de cáncer de pulmón que los fumadores activos (CP= 0,22; IC95%: 0,08 - 0,59).
"Los efectos beneficiosos de dejar de fumar se muestran, en términos relativos, tan importantes para personas con VIH como lo son para la población general", sugieren los autores.
A diferencia de otros estudios anteriores, no hubo indicios de que un diagnóstico de sida, con o sin implicación pulmonar, se asociase con el desarrollo de cáncer de pulmón. De la misma manera, la inmunodeficiencia tampoco se relacionó con un mayor riesgo de cáncer de pulmón.
Sin embargo, un cociente CD4/CD8 menor de 25 en el plazo de un año tras un diagnóstico de cáncer de pulmón tuvo una asociación de significación marginal con el desarrollo de dicho tumor (CP= 2,15; IC95%: 1,00 - 4,59).
Por su parte, el uso de la terapia antirretroviral no aumentó el riesgo de cáncer de pulmón.
En sus conclusiones, los investigadores señalan: "Nuestra estudio caso-control cuidadosamente emparejado sugiere [...] que no existen indicios de un efecto significativo de la inmunodeficiencia asociada al VIH sobre el riesgo de cáncer de pulmón en esta población de alto riesgo". Y añaden: "Ninguno de los marcadores clásicos de inmunodeficiencia por VIH (entre los que se incluyen recuentos bajos de células CD4 y carga viral elevada), ni una historia de sida o de infección pulmonar asociada a sida evidenciaron tener una relación con el cáncer de pulmón."
Sobre la base de los resultados del presente ensayo, que apuntan al tabaco como principal factor de riesgo de cáncer de pulmón, parece importante el desarrollo de programas de prevención del tabaquismo entre personas con VIH. Asimismo, al tratarse de un grupo de población en el que la incidencia del hábito de fumar es tan elevada, también es necesario su asesoramiento y apoyo para que las personas seropositivas puedan conocer los riesgos que implica el tabaquismo en el contexto de la infección por VIH y facilitarles el acceso a programas e intervenciones para dejar el consumo de tabaco.